The Black List: Una Experiencia

miércoles 30 septiembre 2015

Pablo Castrillo

(Originalmente publicado en inglés en Screenwriter With An Accent)

El pasado agosto, ALMA Guionistas anunció una iniciativa de colaboración (partnership es el término técnico) con The Black List, que proporcionará a guionistas españoles descuentos exclusivos para publicar su trabajo en el famoso mercado de guiones online (o servicio de script hosting). Como guionista novel que ha pasado un tiempo en Los Ángeles, me propongo escribir aquí sobre mi experiencia personal con respecto a The Black List, por si resulta de ayuda para otros colegas en situaciones similares.

https://twitter.com/theblcklst/status/629694492652638208

Antes de nada y con toda claridad: esto son buenas noticias. Toda oportunidad para guionistas españoles de aproximarse a los canales de Hollywood no sólo es bienvenida, sino además muy necesaria. Así que felicidades a ALMA por esta iniciativa: es un paso muy esperanzador.

Ahora: ¿Qué es The Black List? En Bloguionistas hay una entrevista con su fundador y CEO Franklin Leonard: ahí explica que The Black List nació como un elenco anual de los mejores proyectos no producidos que circulaban por las productoras y estudios de Hollywood. La lista después se hacía pública y, conforme su impacto creció –y algunos de esos guiones eran adquiridos–, The Black List se convirtió en un servicio pagado de hosting, o publicación de guiones online, a través del cual los escritores podían mostrar su trabajo, comprar evaluaciones y exponer su trabajo a más de 3000 profesionales de Hollywood que acceden a la base de datos regularmente en busca de guiones novedosos y de calidad.

Como bien sabe cualquier persona que haya intentado asaltar la fortaleza de Hollywood, el acceso es la dificultad más grande con la que se enfrenta el nuevo talento. Los ejecutivos de desarrollo raramente leen algo que no venga de un agente o manager, y estos, a su vez, muy raramente aceptan materiales no solicitados. (Aquí hay una buena lista de agencias de talento, por si es de interés).

Este círculo vicioso es la razón por la que muchos guionistas jóvenes hacen prácticas no remuneradas en departamentos de desarrollo, con la esperanza de conocer personas que puedan interesarse por su trabajo: ha sido así desde hace tiempo, a algunos les ha funcionado, y otros han sido filtrados porque se rindieron o simplemente porque no tuvieron suerte. Yo también he seguido ese camino, que me ha proporcionado buenos contactos, experiencia y aprendizaje… pero no me ha dado la ocasión de vender mis ideas, ni he logrado obtener representación.

Otros recurren a los concursos de guión con la ilusión de alcanzar unos modestos cuartos de final, o semifinales, o finales, lo cual –si sucede, cuando suceda– suele atraer la atención de managers y agentes. También he hecho esto: me ha dado la emoción de la espera y de la esperanza contra toda probabilidad –mis dos primeros guiones en los premios Nicholl competían contra otros más de 7000 trabajos–, pero poco más. Para que se me entienda: esto no es una queja; es lo que es. Quizás muchos no somos lo suficientemente buenos en esto. Pero hay que seguir intentándolo. Y animo a gente en circunstancias similares a hacer lo mismo. (Aquí dejo también una lista de concursos que merecen la pena).

En este contexto aparece The Black List, ofreciendo un servicio quizá revolucionario: proporcionar al guionista acceso directo a los lectores de la industria, a través de la publicación de guiones en un mercado online. Con dos condiciones: 1) tiene un precio; y 2) todavía hay que lograr atraer atención entre un mar de guiones de largometraje y pilotos de TV.

1) El dinero: colgar un guión durante un mes cuesta 25$ y comprar una evaluación, 50$. Parece razonable y, desde luego, no es significativamente más caro que participar en la mayoría de las competiciones (dependiendo de a qué plazos llegue uno, claro).

2) La atención: desconozco el número de guiones activos en la página web –y no sé si es un dato público– pero en su primer año, The Black List recibió más de 7.300 guiones. Es decir, más que los premios Nicholl de 2013. Seguimos siendo una aguja en un pajar.

El truco para lograr la tan deseada atención es obtener una puntuación media superior al 8/10 a partir de, por lo menos, dos evaluaciones (compradas o no, ya que también los usuarios pueden hacer evaluaciones motu proprio) recibidas en un mes. Si se da el caso, uno entra en la llamada “top list”, que se envía a los miembros de la industria inscritos en un newsletter semanal. Si, en cambio, uno no aparece en esa lista, todavía puede ser encontrado –si alguien busca exactamente lo que uno ofrece, y si el guión es muy bueno–, pero en general da la sensación de ser invisible.

En mi reciente experiencia, colgué un guión de largometraje y pagué por una evaluación (en total, 75$). La atención al cliente fue fantástica: dado que la evaluación se demoró tres semanas, me compensaron con un mes extra de hosting gratuito, lo cual fue vital para atraer algunos clics a mi guión.

La evaluación profesional se movía entre los sietes y los seises, según premisa, personajes, trama, etc. Los comentarios del lector (feedback), sin embargo, me dejaron algo perplejo ya que eran fundamentalmente positivos. El evaluador alabó el “gran giro” de la trama y su “poderoso impacto”, el trabajo de personajes, e incluso el diálogo “agudo” y el “momento desgarrador” al final de la historia. En el lado negativo, criticaba –con toda razón y exactitud– un villano que se hacía “caricaturesco” y un final un tanto “precipitado”. La conclusión era la siguiente (la traducción es mía):

“Este es un guión muy bien escrito que, por lo menos, constituye una gran muestra de escritura (writing sample). Es técnicamente sólido y el diálogo es fuerte de principio a fin. La relación que se desarrolla entre [Personajes] está bien establecida y hay un gran crecimiento a lo largo de la historia con el que la audiencia puede conectar. Este guión tiene un aire de 3:10 To Yuma por su emoción y violencia, pero también es de presupuesto manejable, ya que pone el énfasis en diálogo y personajes. Una gran lectura de ritmo rápido y final feliz”.

Estoy de acuerdo con estos comentarios y he tenido las críticas presentes en sucesivas reescrituras. Pero el hecho es que el total de mi evaluación resultó ser un “7” y con eso no pude atraer demasiada atención ni lograr entrar en la ansiada “top list.” Todo bien por mi parte: no me voy a engañar. Hay mucho trabajo de calidad ahí fuera. No me siento subestimado ni juzgado injustamente. Es, simplemente, una carrera muy dura.

Algunas personas con una actitud más escéptica, sin embargo, piensan que The Black List es parte de lo que John Gary célebremente llamó “La Máquina de la Esperanza”. (Por favor, no dejen pasar la oportunidad de leer sus ideas al respecto, recogidas por The Bitter Script Reader.) Dichas personas –no el Sr. Gary, que yo sepa– consideran que The Black List es sólo una plataforma para promover online guiones que ya han sido promovidos “offline”.  Otros dicen, y quizá no sin razón, que 50 dólares no pueden comprar un gran lector o evaluador. Los importantes, dicen, ya tienen bastante que leer. No necesitan más, por un puñado de dólares.

Pero entonces –quizá se pregunten, como yo he hecho muchas veces–, ¿funciona o no funciona? ¿Es de verdad? ¿Hay casos de éxito?

La respuesta no es tan sencilla. Hay, desde luego, algunos casos esperanzadores de éxito temprano (guiones comprados, guionistas empleados, representantes contratados), pero todavía no he visto una lista exhaustiva de tales casos y, más relevante aún, todavía no he sido capaz de distinguir entre los casos de éxito que emergen de The Black List como elenco anual de los mejores guiones no producidos, y de “blcklst.com” en cuanto servicio de script hosting. Ese es precisamente el único punto que me pareció sospechoso en la entrevista publicada por Bloguionistas, porque juega al despiste: el texto insiste en que “más de 300 guiones se han convertido en películas” sin tomar nota de la aclaración del Sr. Leonard, quien dice que “sólo un puñado de guiones descubiertos y respaldados exclusivamente por The Black List se han convertido en películas”. No saco conclusiones, pero la distinción todavía aparece poco clara a mis ojos, y parece dar crédito a los reproches mencionados antes, que sugieren que The Black List se limita a promover online guiones que ya han tenido su promoción “offline”.

Para más información, en datos y opiniones, recomiendo las siguientes publicaciones:

Como podrán apreciar por el tono general de estas piezas, no soy demasiado escéptico con The Black List. Creo que es un servicio bien prestado. Creo que proporciona oportunidades para exponer nuestro trabajo, como lo hacen las competiciones, y eso siempre es bueno. Y creo que cualquier intento de revolucionar el mercado debe ser bienvenido, especialmente en el complicado mundo de Hollywood. (Aquí en España estamos siendo testigos de una aventura similar con Filmarket Hub, de la que también he sido cliente. Les animo a echar un vistazo).

Esto es lo que de verdad creo: The Black List no es la respuesta. Los premios Nicholl no son la respuesta. Lo mismo que InkTip, Screencraft, o lo que sea. Todas estas cosas son muletas, herramientas, oportunidades. Algunas tienen finales felices, del mismo modo que muchas tienen historias de terror. La respuesta es seguir escribiendo. Un tópico, sin duda, pero el único que ha demostrado que funciona consistentemente. Entre mis amigos guionistas en Los Ángeles a día de hoy, sólo unos pocos han logrado representación. Pero el factor común a todos ellos es que son prolíficos. Escriben mucho. Quizá no todos los días pero desde luego todas las semanas. Mucho. Y eso es lo que hemos de aspirar a hacer. (Y sí, quizás vuelva a ser cliente de The Black List en el futuro; ya veremos).

Si quieren más argumentos para alimentar la motivación, recomiendo que lean La Guerra del Arte de Steven Pressfield y The Devil’s Guide To Hollywood, de Joe Eszterhas. Mucho de lo que dicen es discutible, pero tienen una virtud en común: nos mueven a escribir. Que es lo que hay que hacer.